De nuevo la misma sensación. Pensaba que se había ido, pero no. Me acecha desde lo más profundo de mi ser para asaltarme en el momento adecuado, el momento más inoportuno que uno se pueda imaginar...
Esa sensación es indescriptible, se podría decir que es una mezcla entre soledad, pena, desazón, miedo y duda, pero eso, sería mentir. Es imposible que nuestro lenguaje, pobre, y en muchos casos pueril e inexacto pueda definirlo.
Te levantes sin fuerza y desganado, como si el alma, en un acto desesperado por huir de la realidad, mi realidad, se hubiese escapado mientras dormía al mundo de fantasía que son los sueños, y se hubiese quedado ahí para evitarse quebraderos de cabeza.
Intento apaciguar el vacío interno que me consume con la rutina: levantarse, café, cigarro, pan, estudios, televisión, comida, clases, comida, televisión y cama. Pero lo cierto es que nada funciona.
Salgo a tomar el aire para despejarme, sin éxito. Pedaleo lo más rápido que puedo, ingenuo de mi, tratando de dar esquinazo a los problemas y sobretodo a ESA SENSACIÓN, pero no es suficiente. Las preguntas vuelven a brotar en mi cabeza.
Si no desisto es porque aún tengo esperanza. La alocada idea de que todo esto se irá y podré encontrar la serenidad que busco y merezco. La paz y la felicidad que todos deseamos, algunos buscamos y muy pocos encuentran.
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