Una vez más me encuentro en la cama boca arriba, preguntándome los por qués de las idas y venidas de este mundo que vive deprisa y siente despacio.
Comemos sin hambre y bebemos sin sed. Todo con tal de que el incansable engranaje no deje de dar vueltas en un movimiento que dejó ya, hace mucho, de tener en cuenta para qué y a quién sirve.
Formamos parte de un TODO en el que nadie importa. No somos conscientes de que la felicidad de unos pocos significa la miseria de la gran mayoría.
Los medios, que desvían nuestra mirada hacia asuntos irrelevantes, nos descargan de responsabilidad alguna. Intentan con tesón que asumamos que es cuestión de azar, cuestión simplemente de nacimiento.
Pero ¿qué se yo?, si sólo soy un alma solitaria que grita sin emitir sonido. La garganta se hincha y las cuerdas vocales vibran, pero como si nada. Los oídos del resto se hacen sordos ante la verdad, y eso, no es cuestión de azar.
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